“Tengo 42 años y vivo desde siempre en la localidad de Basavilbaso, provincia de Entre Ríos. Empecé a trabajar a los 23 años como ‘apoyo terrestre’ que consiste en preparar los agroquímicos y cargarlos al avión fumigador, atender al chacarero que te indica el lote a tratar para luego indicarle al piloto los lugares de riesgo dentro del lote, cursos de agua, tipo de viento al momento de la aplicación, arreglar algún pico de la barra del avión cuando el caudal no es el indicado, entre otras tareas. Por razones de índole legales no voy a mencionar a la empresa, pero de todas maneras en todas se trabaja de la misma manera.
Cuando trabajaba estuve en contacto con los siguientes agrotóxicos: glifosato, tordon, propanil, endosulfán, cipermetrina, 2-4D, metamidosfos, clorpirifos, coadyuvantes, fungicidas, gramoxone, etc. Cabe aclarar que se llama deriva a la capacidad del producto de propagarse suspendido en el aire, dependiendo de la presión atmosférica, la humedad y el viento. Para que esto suceda se les agrega a los agroquímicos coadyuvantes que mejoran su precipitación y fijación sobre la planta.
Soy diabético, pero comencé con un dolor en las puntas de los dedos que me llamó la atención. Mi médico me dijo que era una neuropatía por lo que estuve un año con calmantes hasta que decidí consultar al doctor Lescano quien me hace desnudar y me dice que lo que tenía no lo causaba ninguna neuropatía. Fue entonces que me derivó al hospital Posadas al que no pude asistir por problemas económicos. Finalmente decido ir a Puiggari, provincia de Entre Ríos, al sanatorio Adventista, donde me tratan y me descubren dermatomatosis (pérdida de elasticidad de la piel), disminución de mi capacidad pulmonar y encuentran en mis vías digestivas y respiratorias incrustaciones cálcicas e infección en mis articulaciones que tampoco lo causa la diabetes. Luego de todo esto ponen en mi historia clínica “posible intoxicación con agroquímicos” y que debía ir a un centro más especializado.
Actualmente no duermo por los dolores, estoy tomando ansiolíticos y no cuento con ningún ingreso monetario ya que no puedo trabajar, lo cual afecta aún más mi estado de ánimo. Respecto a las denuncias judiciales, es muy difícil en un país donde se acepta algo tan dañino como la soja transgénica y se habilitan agrotóxicos tan perjudiciales que por más que se apliquen de manera correcta de todas maneras van a contaminar. Nadie se hace cargo y las autoridades no ven nada.
Llamo detractores a todos los que me palmean la espalda y luego comentan, ‘pero este es diabético. La mitad de la población no sabe que es una planta transgénica y muchos no quieren ni enterarse para no hacer leña de su propio bosque…
Hoy estoy separado y vivo con mi hermano, mi madre y una hija de ese matrimonio que son mi sostén y mi único motivo para seguir peleando.”
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